viernes, 13 de mayo de 2016

Reseña de 'El lejano país de los estanques'

Reseña de 'El lejano país de los estanques'. Ver. Oír. Contar.

Topé con Lorenzo Silva un día que, intentando poner orden al caos que reinaba a mi alrededor, decidí desempolvar cajas y analizar si lo que había en su interior era digno de continuar ocupando espacio o, por el contrario, debía ir a un sitio mejor. Una de esas cajas que abrí estaba llena de libros que aún no había leído y, ojeando título por título, llegué hasta El lejano país de los estanques. Ese nombre tan evocador, acompañado por la ilustración de una joven en la playa, me sedujo al instante y me animé a leerlo sin echar siquiera un vistazo a la sinopsis de la parte de atrás. Algo que, sin duda, fue un gran acierto.

El libro gira en torno al asesinato de una extranjera en Mallorca, la joven Eva Heydrich, una niña rica caprichosa y sin escrúpulos que no duda en herir a los de su alrededor con tal de satisfacer sus propios deseos, una morena de ojos claros, blanca como la nieve, que no deja indiferente a nadie que la conozca o la haya visto. Los encargados de resolver el crimen son el sargento de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y la agente Virginia Chamorro, que se desplazan a la isla desde Madrid para arrojar luz a un asesinato que, si bien tiene un sospechoso claro desde el principio, es un puzzle en el que no encajan las piezas.

El relato tiene ritmo, sumerge al lector en la vida nocturna de la isla, en el ambiente playero, en las excentricidades de los turistas adinerados y en la perversión que el propio verano desencadena con más facilidad que otras épocas del año. A través de personajes verosímiles asistimos a una investigación que se complica con cada nuevo hallazgo y en la que nada es lo que parece, como bien acabarán sabiendo los protagonistas: muchos sospechosos, muchos posibles móviles, pero nada totalmente coherente.

Silva sabe cómo enganchar al lector mezclando la vida misma y las relaciones entre los personajes con los ingredientes policíacos necesarios para obtener un cóctel adictivo, ágil, refrescante y embriagador, casi tanto como los gin-fizz que tanto gustaban a la fallecida Heydrich.

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